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Noticias falsas o la complejidad de la información errónea

May 2, 17 • Periodismo • admin •

noticias falsas

Hoy en día, todos reconocemos que el término noticias falsas, especialmente frecuente en inglés, el famoso fake news. Sin embargo, no todo puede ser calificado de “falso” en el ecosistema de la información porque ese término no puede describir la complejidad de los diferentes tipos de información errónea (intercambio de información incorrecta, desafortunada…) y la desinformación (creación deliberada e intercambio de información falsa).

Para entender el sistema actual de información, debemos tener en cuenta tres elementos:

  • Los diferentes tipos de contenido creado y compartido
  • Las motivaciones de las personas responsables de estos contenidos
  • Los modos de distribución de este contenido

El tema es importante. Como Danah Boyd de Microsoft Research señaló recientemente en un artículo, estamos en guerra. Obviamente tenemos que preocuparnos por la gente (incluyendo periodistas) que comparten sin saberlo información falsa. Sin embargo, las campañas de desinformación sistemática nos plantean más preocupaciones. Siempre se ha intentado influir en la opinión pública, pero con las redes sociales los elementos de propaganda son más fáciles de dirigir a una gran cantidad de usuarios que reciben y comparten un mensaje específico.

Cuando alguien comparte un artículo, imagen, vídeo, o un meme confuso o fabricado, sin darse cuenta de que no es fiable, es probable que pase al siguiente usuario que rebotará la información en sus perfiles. Así, la información se transmite a gran velocidad a través de las redes basada, sobre todo, en la confianza.

En cuanto a los diferentes tipo de información y desinformación, podemos hablar de noticias basadas en información correcta, pero mal interpretada o descontextualizada; web de noticias creadas con intereses oscuros; webs de noticias falsas; contenido manipulado, o contenido paródico (que algunos aun se toman en serio).

Por último, debemos considerar cómo se transmite este contenido. La información se comparte en las redes sociales sin malicia por gente que no comprueban la veracidad de estos contenidos. Otros son amplificados por periodistas presionados (o “autopresionados”) para tratar de entender y cubrir información en las redes sociales en tiempo real, sin posibilidad o interés por contrastar.
Otros más son publicados por grupos interesados que intentan deliberadamente influir en la opinión pública y, por último, algunos se difunden a través de campañas de desinformación más sofisticados. Ahora es muy fácil para los grupos débilmente conectados a movilizar y utilizar herramientas gratuitas para coordinar el intercambio de mensajes privados.

Cuando la edición está coordinada y es coherente, es fácil engañar a nuestra mente, y más debido a la abrumadora cantidad de información que nos sacude todos los días. Cuando recibimos varios mensajes sobre el mismo tema, nuestro cerebro ve en esto una garantía de credibilidad. Una información leída varias veces en un mismo día se considera verdadera por su frecuencia.

Pero, ¿cómo actuar? Todos jugamos un papel crucial en el ecosistema. Cada vez que aceptamos pasivamente información que compartimos (un vídeo, imagen o video) sin chequearlo, participamos en el ruido y la confusión. El ecosistema de la información está tan contaminado que tenemos que asumir la responsabilidad y verificar de manera independiente el contenido que encontramos online.

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